"¿Dónde está para el hombre la libertad? Es niño, será esclavo de cuanto le rodea. Es joven, será esclavo de sus ilusiones. Es viejo, será esclavo de sus recuerdos. Es rico, será esclavo de su oro. Es pobre, será esclavo de su pobreza. Es orgulloso, será esclavo de su orgullo. Es fuerte, será el esclavo de la enemistad. Es débil, será esclavo del desprecio. Es poderoso, será esclavo de la envidia. Es padre, será esclavo de su prole. Es amante, será esclavo de su querida. Es amigo, será esclavo de la amistad. El hombre es esclavo de todo, hasta de su perro.
Cuando no es una cadena ajena la que le ata los pies, es una que él se forja, en que se aprisiona, se envuelve, se oprime y se ahoga por su propia mano. Amor y odio, virtud y vicio, grandeza y miseria, verdad y error, pasión y preocupación, todo es para el hombre esclavitud. Suba o baje, levántese o abátase, siempre es un pobre prisionero de sí mismo o de los demás.
Pero nada: el hombre no quiere reconocerlo, y se cree libre o con derecho por lo menos de serlo; y se deja perseguir, encarcelar, desterrar, matar por ella: y por ella hace discursos, escribe libros, y sólo sabe crearse tiranías empezando por la tiranía de la libertad.
(...)
¡Liberté! ¡Liberté! Tu fus toujours sacreédice la canción de un gran pueblo que ha hecho calaveradas ciento por esa señora de sus pensamientos.
¡Viva la libertad! Decía el sans culotte francés al izar hacia el tejado de algún edificio al perro aristócrata.
¡Viva la libertad! Gritaba todo un pueblo al cortar la cabeza del hábil cerrajero Luis XVI.
¡Viva la libertad! Gritaban también los verdugos del terror al abofetear ¡villanos! El rostro de Maria Antonieta, sin respeto a la mujer, a la desgracia, ni a la muerte.
¡Viva la libertad! Vociferaba la plebe de París cuando la cortesana Mèricourt caía como leona herida sobre el guarda de corps, su antiguo amante.
Pero eso no es libertad, dirá el lector.
¿Cuál es entonces la libertad?
La libertad es el derecho de hacer cuanto no daña a un tercero.
Pues si eso es la libertad, no es libertad, La cosa es clara. Primero porque al hombre siempre le gusta hacer cuanto daña a un tercero, y para no hacerlo tiene q contrariar a sus instintos y por lo tanto matar su libertad.Segundo, porque la libertad no admite limitación, y, o es inmensa como el espacio, perdurable como el tiempo, absoluta, omnipotente como Dios, o no es tal libertad.
Pero esto es metafísica pura, es decir, puro embrollo. Démosle sus pasaportes y vamos adelante.
Si el derecho de hacer cuanto no daña a un tercero no es libertad, ¿qué es entonces la libertad?... La libertad es la más encantadora y funestas de las mentiras.
Más de un liberal, nuestro amigo, se escandalizará de esta definición que va a romper con sus esperanzas, con sus aspiraciones, con sus ensueños. Lo sentimos muy de veras; pero ¿qué hacerle? A esta pluma pecadora se le antojó comprometerse en este camino, y a pesar de mis protestas, de mis consejos, de mis reflexiones no ha querido detenerse y pretenciosa me ha respuesto:
- ¡Eh! ¡Cobarde! Déjame alguna vez decir la verdad.Y yo la he dejado blasfemar de lo que más amo, de mi ensueño de niño, de mi ilusión de joven; la he dejado hozar en mi corazón y despedazarlo, importuna golpear a la puerta de mi inteligencia y obligarla a pensar lo que nunca había pensado, a creer lo que nunca había creído. Y ahora al correr sobre el papel, se me imagina que me dice entre seria y burlona:
- Lo ves, liberal… Eres mi esclavo…”
Justo Arteaga Alemparte, “Las Ilusiones de la Libertad” (Fragmento)
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Han pasado 100 años desde que él llegó a esta conclusión... hoy, al leerlo, reconozco el presente en sus palabras. Nada ha cambiado. Nada se ha comprendido.