jueves, 6 de marzo de 2008


Hay un “algo” que agoniza… y nuestra necesidad de ello es el respirador mecánico que no le permite morir. Al igual que un hombre que ha sufrido una muerte cerebral, este “algo” aún existe, todavía tiene un cuerpo que está débil, pero reconocible. Sólo que ahora debe alimentarse a través de horrendos tubos y mangueras, y su corazón late con un frío pulso electrónico que nos desliza fuera de su sangre mientras la hace circular por sus viejas venas recauchadas. Así se mantiene la vida… o la apariencia de la vida…o sólo la apariencia, al fin y al cabo. Un cuerpo sin alma, prolongación absurda de un sentir sin sentido.


Y tal como haría si este “algo” fuese un ser querido en coma profundo, me rehúso a creer que hoy no queda más que la cáscara vacía de lo que he amado y defendido tanto, por tanto tiempo. No aceptaré consuelos baratos, y escupiré en la cara de cada doctor que intente convencerme de dejarlo ir y de sacarle las vísceras para alimentar con ellas a los mundos nacientes. Voy a gritar que no me importan los otros… ¡Que si esto se muere, entonces que se mueran todos!


Pero no entenderán.


Y empezarán a compadecerse de mí, negando con la cabeza mientras me miran con esos ojillos miserables de piedad hipocristiana que suelen poner los comunes para sentir o hacer creer que lo comprenden todo y que son muy buenos. La compasión muy pronto dará paso a la burla, que es el arma fácil de quienes se cobijan bajo el ala obesa de las mayorías… ¡Cobardes Asquerosos!
La belleza se tornará ridícula ante sus ojos secos de magia… y la vulgaridad se sentará en el trono, con sus caderas rollizas moviéndose frenéticamente al ritmo infernal de los tambores y bramidos pseudo africanos que prostituyen los oídos de las masas actuales.


…y en la calle, como siempre, me gritarán con sorna:

“¡¿ACASO VAS A UN FUNERAL?!”

y esta vez les responderé:

“SÍ, SEÑOR. ASÍ ES.”

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